Escuchar no es suficiente

Un relato que, a modo de analogía, pretende explicar la importancia de identificar las fronteras entre diferentes técnicas para comprender y empatizar con segmentos clave

Imagina que en una explanada se reúne un grupo de amigos que sostienen una conversación. En esta plática, el grupo de amistades está recordando momentos entrañables de su pasado: lugares, personajes, anécdotas, etc. De pronto, yo me acerco e inclino mi oreja hacia ellos con la intención de entenderlos y saber cuál es la mejor forma de convertirme rápidamente en su amigo.

¿Cuántas cosas lograría yo entender sobre su conversación? Seguro me perdería en los apodos de las personas que nombran ya que están perfectamente codificados y vinculados a características que, como no me han explicado, jamás entendería. Me perdería también al querer comprender la importancia de ciertos lugares… no encontraría “lo especial” de ese lugar al que iban después de ir al estadio de futbol (ah, tengo una pista que descubrí al escucharlos: ellos iban al estadio de futbol… como lo suelen hacer muchas personas). No entendería nada sobre por qué solo uno de esos amigos es quien habla más, gesticula más y es quien recibe más atención luego de que lanza cualquier comentario, cuando lo hace todos ríen, tocan su hombro y hasta hacen un gesto cerrando y chocando sus puños con él.

Hay un factor clave que limita el alcance de mi oreja y por lo tanto de mi capacidad para comprender su conversación: el contexto. Sin contexto escucho pero no entiendo, interpreto sin criterio. Recuerdo entonces la sugerencia de Pierre Bourdieu en El oficio del sociólogo: “…el sociólogo al igual que el herrero, o el obrero, debe permanentemente mejorar sus herramientas”. Confrontado por estas limitaciones y con el afán de dibujar un contexto alrededor de esta conversación, me decido a mejorar mi precaria “herramienta” y voy por una computadora que tiene instalado software de QDA (Qualitative Data Analysis). Ahora ya puedo realizar análisis del contenido de la conversación.

Un dato que obtengo con el software de QDA es la ilustración de una nube formada por las palabras que más se repiten en su conversación, que para mi sorpresa son en su mayoría palabras altisonantes. Me digo a mí mismo: “si este dato lo comparto con otra persona que no tiene contexto sobre mi estudio y le pido que me describa a las personas que mencionaron esas palabras, de seguro los imaginaría como si fueran personajes muy enojados, furiosos”. Sin embargo, conociendo el contexto de la conversiación, concluyo que son palabras altisonantes que se usan no para maldecir, sino para provocar más empatía dentro del grupo de amigos en cuestión, se usan para hacer una hipérbole que les facilita a los interactores su labor de construir un storytelling que los engancha más. Aun con este insight, en realidad sigo sin saber cuál es la mejor forma de abordar al grupo para que yo pueda convertirme en un amigo más.

No es aconsejable acercarme a ellos, interrumpirlos y develar mis intenciones. La observación participante es una carta con la que decido no jugar. En su lugar, viene a mi mente una cita de Christakis & Fowler (2011): “Para saber quiénes somos, primero debemos saber cómo nos conectamos”. Sin más, realizo un guiño también a la ya mencionada sugerencia de Bourdieu y recurro a una herramienta cuyos orígenes están enraizados en la psicología social: la sociometría.

Usando un desarrollo computacional para representar relaciones sociales, puedo obtener la visualización interactiva del sociograma de este grupo de amigos. Ahora cada persona dentro del grupo se ha transformado en un nodo y cada nodo se conecta con otros nodos mediante aristas; entre más aristas tiene un nodo, mayor es su tamaño.

Profundizando en las características del sociograma, comprendo que los actores dentro de grupos como el que estudio se describen mejor a través de sus relaciones y no desde los atributos de sujetos específicos, y que las relaciones en sí mismas son tan fundamentales como los actores que se conectan a través de ellas. Como los sociogramas digitales también revelan afinidades comunes entre grupos de personas, finalmente encuentro lo que vincula a todos los miembros del grupo de amigos: su ferviente pasión por el equipo de futbol del Club Atlas de Guadalajara, todos están fuertemente vinculados con la barra (porra) Barra 51, nacida en en el año 1998.

Dejo de observarlos como “grupo de amigos” y comienzo a entenderlos como “tribu”, ya que sus actores se vinculan desde una lógica afectiva, no racional ni de parentescos consanguíneos o fronteras geográficas. Esto quiere decir que en realidad no importa cuántos de estos amigos están presentes, tampoco importa cuántas palabras clave de su conversación soy capaz de minar; si son veinte amigos, por ejemplo, y de esos veinte se retiran quince, el grupo restante de cinco amigos seguirá siendo parte de esta tribu vinculada por los mismos factores afectivos que en la muestra de veinte.

Algunos miembros de la tribu tienen tatuado el imagotipo de la Barra 51, otros solamente muestran fuera del bolsillo de sus pantalones un pequeño llavero del Atlas. El sociograma devela también que tienen una jerarquía: el nodo más conectado, el más grande, corresponde al personaje con el que todos ríen y chocan sus puños, es el nodo con más conexiones en la tribu, el fundador de la Barra 51, el jefe de la tribu.

La conversación de estos amigos ni siquiera se centra en el Atlas, sino en los recuerdos que conservan a partir de lo que el Club Atlas representa para ellos, por eso, analizar su conversación no es la mejor solución, escuchar no es suficiente.

Barra 51
Imagen tomada de futbolsapiens.com. Texto de Manolo González

Creo que finalmente he dado en el clavo: para acercarme a esta tribu y para convertirme en su amigo debo aproximarme desde la afinidad que todos comparten: la pasión que sienten por el Atlas y su militancia en la Barra 51. El sociograma me sugiere que comience por empatizar con el jefe de la tribu, el fundador de la barra cuyo apodo es “El Zambo”, no con esos miembros de la tribu que ni tatuajes del club tienen (eso sería perder mi tiempo). Sin embargo, en un giro inesperado de la historia, decido abortar la misión: hoy llevo puesta mi playera del equipo Tigres... me convertiré en su amigo en otra ocasión.