Lo tecnológico desde la apropiación humana

A la tecnología la domesticamos, no se nos impone

Primero, vomitemos un conglomerado de ideas desordenadas pero, al parecer, con cierto sentido. Idea uno. La tecnología no nos gobierna. Tampoco gobernamos a la tecnología. Lo que hay es una relación interdependiente. Cambio de idea. Lo extraño mediante lo familiar: Si queremos conocer algo, ipso facto, lo inmiscuimos en el umbral de lo que ya conocemos previamente. Lo interpretamos desde nuestro horizonte, diría el filósofo Hans-Georg Gadamer. Finalmente, ambas ideas tienen que ver con el lazo entre la tecnología y lo humano. En una palabra “apropiación”. Mejor dicho: apropiación de la tecnología desde lo ya conocido, desde lo doméstico.

Moraleja del bullicio bulímico anterior: Si pretendemos estudiar lo tecnológico y lo digital debemos atender el vínculo multidireccional de ambas esferas. Lo tecnológico y lo humano no son dicotomías inamovibles, no se relacionan desde la dominación tajante o desde la imposición unilateral de sentido, se condicionan mutuamente. Tanto lo humano es modificado por la llegada de nuevos descubrimientos tecnológicos (lo digital ha permitido una sociedad acelerada y narcisista de carácter neoliberal), como lo tecnológico sólo adquiere sentido en el uso humano, esto es, cuando se incorpora en un contexto preexistente de relaciones entre las personas (…) cargado de intencionalidades y sentidos (Winocur y Sánchez, 2018).

El hecho es que lo tecnológico no genera por sí mismo un sentido o un uso hegemónico, sino depende de cómo se introduce en la vida de las personas, en su cotidianeidad. De ahí la importancia de comprender el proceso de domesticación, el cual, supone domar lo salvaje, hacer entrar en la casa los objetos traídos desde un ámbito agreste: de los espacios públicos, de las tiendas de las galerías, de las repisas de Best Buy o el mercado de San Juan de Dios. 

Ahora bien, aunque la idea lleva años rondando en los espacios académicos, en muchos ámbitos prefieren ignorarla. Por ejemplo, en las iniciativas gubernamentales que pretenden combatir la pobreza, a partir de la introducción de aparatos tecnológicos en colonias marginadas. Su objetivo es que estas acciones disminuyan la brecha laboral/social, al posibilitar, a las poblaciones más desfavorecidas, el aprendizaje de destrezas informativas y el uso de las herramientas laborales y educativas online. 

No obstante, a la hora de presentar los resultados no atienden la moraleja esbozada anteriormente. Los piensan y presentan desde variables (acceso: número de centros y cobertura: número de usuarios que se benefician de Internet) que funcionan como imperativos tecnológicos, como si el solo hecho de introducir laptops en las colonias generara el mismo efecto y la misma apropiación por todos los habitantes. Y de hecho, esta forma de medir olvida el otro aspecto de la interrelación: lo humano, es decir, la manera en que lo tecnológico (elemento extraño) adquiere sentido en el hogar (elemento familiar).

Un ejemplo de cómo si tomar el otro aspecto lo esbozan Winocur y Sánchez en su libro “Familias pobres y computadoras: Claroscuros en la apropiación digital”. Dan un paso más allá, ya que recuperan la experiencia de los sujetos, atendiendo a sus marcos de referencias y universos simbólicos que les permiten apropiarse de lo tecnológico. 

Como resultado, llegan a entender cómo la computadora adquiere sentido no únicamente por sus propiedades tecnológicas o condiciones informáticas, sino también por la manera en que el objeto se introduce en la casa desde una noción asistencialista. En concreto, demuestran que el papel del Estado como proveedor de oportunidades de igualdad social está presente en las representaciones sociales sobre las laptops, al grado que las piensan como materiales de progreso, y en conjunto, como una vía de ascenso social posibilitada por el gobierno. 

Desde este punto, la computadora no se interpreta como una herramienta digital de uso recreativo o entretenimiento, sino como un dispositivo educativo que busca la igualdad social, un material que adquiere su significado desde una noción meramente asistencialista. 

Representación que condiciona su uso: Si la computadora se comprende como un aparato que el gobierno provee para que la familia supere su condición actual, como consecuencia, las personas no la piensan como un aparato propio, ni tampoco la asimilan con diversas funciones. Más bien la interpretan como una tenencia en usufructo, y además su uso lo conciben únicamente desde lo educativo. Revisar Facebook, buscar información personal o ver películas en familia son actividades que generan un sentimiento de usurpación o violación al contrato estatal de enseñanza, y por lo tanto, se evitan realizar.