Internet y cuerpos: No todo es ligero inmaterial

Entre Kundera y Lipovetsky se entienden los efectos pesados de Internet y la obsesión por la delgadez

Según Lipovetsky vivimos en la civilización de lo ligero. Lo superfluo, light y liviano ya no son una cuestión exclusiva del marketing y posicionamiento de Coca-Cola en su versión light, o una moda pasajera que produce que las personas coman mejor y hagan más ejercicio, sino se han impregnado en todas las capas sociales, al grado que la ligereza se ha materializado en las construcciones (se utilizan metales como los nanotubos de carbono y el aerogel que soportan mil veces su peso), el arte, la arquitectura, la tecnología en su faceta nano, y sobre todo, en Internet: mundo ultraligero, por parecer una dimensión desmaterializada.

De ser así, hemos pasado de la modernidad de Henry Ford, aquella con sus grandes sus fábricas y autos pesados como tanques de guerra, a la hípermodernidad de Mark Zuckerberg, el plástico y el mail digital. Vivimos en un mundo que a partir de la racionalización, la diferenciación funcional, la individualización y la mercantilización del mundo ha creado (y apunta para esa dirección) la economía de los servicios, la sociedad de la información y el capitalismo de seducción y consumo.

Sin embargo, como Kundera retrata en su novela “La insoportable levedad del ser”, el enemigo de lo ligero no es necesariamente lo pesado, sino la misma lógica ligera. No es que lo pesado se inserte en lo ligero, sino que es dentro del juego de lo ligero en donde se producen dimensiones pesadas. Finalmente, según el autor, todo lo que es percibido como ligereza se transforma, a partir de cierto momento, en su contrario. Dos ejemplos de esto. Uno apegado al cliché de la ligereza: el cuerpo. El otro pensado desde el territorio que produce mayores ligerezas: Internet, o mejor dicho, las tecnologías que permiten lo digital.

1. Figura. No es nada nuevo decir que estamos, al menos en Occidente, obsesionados por un cuerpo ligero. Uno sólo tiene que ir a las cuentas de los gimnasios, de los productos light, o de las superfood, para entender cómo el incremento de su ganancias muestra que la población se preocupa por la disminución de su masa corporal. De hecho, un dato histórico nos revela que si las ganadoras de Miss América de la década de 1920, con una estatura media de 1.73 metros, pesaban 63.5 kilos, en los ochenta las de 1.76 pesaron alrededor de 53 kilos. Si seguimos el análisis llegaríamos a entender cómo esto se ha proliferado: actualmente los cuerpos han perdido más volumen.

Sin embargo, que las personas estén más ligeras en masa corporal no significa que se encuentren en un estado ligero. La misma idea de la ligereza en sus cuerpos produce otra batalla: la subjetiva. Menor ligereza corporal es equivalente a mayor pesadez psíquica: la pérdida de peso se paga con mayor ansiedad y una creciente patologización. Con la dictadura de la delgadez, la civilización de lo ligero no deja de generar pequeños dramas subjetivos.

Aunado a eso, la ligereza del cuerpo no es una cuestión colectiva materializada, más bien es un imaginario presentado por las marcas y la industria de la moda. Cuanto más sueña el ciudadano hípermoderno con la ligereza más engorda: la obesidad en Francia en 1992 aceptaba al 5.5% de la población, en 2009 es al 14.5%. En fin, la ligereza cae sobre su propio peso, y en este caso, se trata de un ideal que produce batallas subjetivas, tanto en las personas delgadas como en las no delgadas.

2. Internet. Respecto a la era digital se puede hablar de sus beneficios: difuminación de las barreras espacio temporales, aceleración de procesos, inteligencia colectiva. Como diría Lipovetsky, se ha trazado como un universo sociohumano hecho de facilidades, movilidades y conectividad generalizada. Bajo la bandera de la desmaterialización, el nómada conectado se alza como la figura distintiva de la ligereza hipermoderna. Sin embargo, lo ligero y lo movedizo por su misma lógica tiene otra cara, y es más pesada de lo que pensamos.

Para que podamos vivir en este mundo digital (con social media incluido) se produce una cantidad de basura impresionante tanto por la fabricación de los dispositivos como por el desperdicio de los materiales. Sabemos que los teléfonos inteligentes se crean con obsolescencia programada, de modo que día tras día, si uno va a los basureros de las ciudades, encontrará una cantidad de kilos impresionantes de celulares, Ipads, entre otros cachivaches.

Pero lo más oculto dentro de la discusión es el desastre natural que produce la fabricación de los dispositivos (requieren una cantidad de recursos naturales impresionante), y la huella de carbono y el gasto de energía que su uso produce: según el autor, los equipos de productos electrónicos ligeros (televisor de pantalla plana, teléfonos inteligentes, tabletas) han causado un aumento de la huella de carbono: la fabricación de pantalla plana genera 1. 2 toneladas equivalentes de CO2. Además, por otro lado, los centros de datos informáticos de nivel mundial consumen electricidad equivalente a la producción de treinta centrales nucleares, o 250,000 hogares europeos.

El bit es más pesado de lo que parece, se ha vuelto un oxímoron hecho realidad: un inmaterial pesado. El cuerpo es un espejismo: se ha vuelto más ligero, pero más pesado psíquicamente. La civilización de lo ligero no sólo es sana (ha hecho que nos preocupemos por no comer azúcar ni grasas), equilibrada (ha hecho que exista una tendencia por el ejercicio) y menos contaminante (produce que existan maneras de comunicar a las personas sin que se utilicen automóviles y aviones), detrás de ella se producen efectos no tan visibles pero igual de importantes que discusiones actuales que nos preocupan: el calentamiento global, los trastornos psíquicos, la violencia, entre otros.