Lo digital como actante: actor no humano

Reflexiones desde Latour y Lipovestky derivadas del caso Cambridge Analytica

Lo digital se ha vuelto peligroso, a pesar de que ya lo sabíamos desde hace más de una década en el manifiesto que desplanta “La hipótesis cibernética” (Tiquun, 1999). Pero parece que hoy ya se ha vuelto un intruso o espía que nos vigila, nos examina y nos codifica desde nuestra voluntad. También ya es un canal de persuasión eficaz porque reconoce nuestros más profundos miedos, alegrías, relaciones y afinidades para utilizarlos en pro de cualquier causa (sea conveniente o no). Y al mismo tiempo, ya se ha vuelto un estafador porque gestiona con falsedades y fake news lo que nuestros ojos ven (contenidos) y, no menos importante, quiénes lo pueden ver (que ojos sí y que ojos no).

El fenómeno de Cambridge Analytica y la campaña de Trump ha destapado algo que reconocíamos pero que no queríamos enunciar: lo digital no sólo es una herramienta, es un actor (actante diría Latour) más. Empero, trascendamos esta visión cliché de cómo lo digital se traduce a no sólo una herramienta, sino al eje principal de nuevas realidades y formas de relacionarnos. Tomemos también en cuenta, por ejemplo, este artículo publicado por el diario Wall Street Journal, en el que varios clientes de Cambridge Analytica señalan que la firma prometía más de lo que en realidad les entregaba.

La evolución de la arquitectura en estos últimos siglos es un ejemplo no tan visible pero que ha tenido una modificación debido a su lazo con lo digital/virtual. Si observamos la tendencia ha habido un cambio de las estructuras fijas que dependía de la función del espacio a las complejas, híbridas que se enfocan en producir emociones estética. Se ha pasado de la época del funcionalismo y el Estilo Internacional, en el que las edificaciones se apoyaron más en el proceso de racionalización e industrialización de la construcción, a la época hípermoderna sustentada en la complejidad, la movilidad, la adaptabilidad, la conviviavilidad y la flexibilidad.

Pero es de resaltar que el cambio en la arquitectura que se puede presenciar de la Ciudad Radiante de Le Corbusier a la Fundación Cartier no sólo tiene que ver con una tendencia, o un trabajo colectivo de los arquitectos, también el desarrollo de lo digital (en otra modalidad) ha sido parte indispensable en este proceso. Como dice Lipovetsky (2016), aún cuando en el origen del trabajo se encuentre siempre la imaginación del arquitecto, es la parte digital la que desempeña un papel capital. Se ha creado la morfogénesis digital: Lo virtual no funciona como simple herramienta de visualización y de cálculo, sino como instrumento de generación de formas nuevas e imprevisibles.

La algoritmos y vectores virtuales han intervenido en nuestra existencia al igual que los algoritmos de los medios sociales que codifican nuestra información. Los software junto con las herramientas digitales y aplicaciones enfocadas a la arquitectura no sólo ayudan a los arquitectos, sino crean esos diseños, posibilitan que emerjan, y sobre todo, dictaminan la manera en que nos organizamos y habitamos las ciudades en términos simbólicos y espaciales.

Por eso pensamos que cuando surgen estos fenómenos como Cambridge Analytica lo esencial es pensar las repercusiones éticas de la creación, el uso y apropiación de lo digital. Pero no basta con eso, la deliberación da para mucho más, es decir, para preguntarnos de qué manera lo digital (en sus múltiples caras) se instala en otras dimensiones no tan expuestas por los intereses mediáticos, tal como la arquitectura.