Narcisismo, selfies e Internet

Pensar Internet únicamente desde el narcisismo es una falacia y contradicción analítica

Narciso, en todo momento Narciso; pareciera que no hay otra forma de hablar de la lógica de los medios sociales, más que recurriendo a la figura de este joven de la mitología griega. Sólo hay que mirar Facebook, Instagram e, incluso, Twitter: se trata de plataformas online que junto a los dispositivos inteligentes (Smartphones), favorecen los relatos en formato selfie, esto es, un conjunto de caracteres e imágenes que tiene como única función resaltar los aspectos estéticos o intelectuales de las personas.

Cada celular es un espejo con filtros de edición. Cada perfil es un monumento al yo. Cada imagen del cuerpo es parte de una autocomtemplación narcisista. Total, el mundo digital produce sujetos absortos con su avatar online, y por ende, interesados en que su vida offline no sólo se experimente, sino que sea material para colgar en la red, para compartir a los demás, para construir al narciso digital.

Sin embargo, caer en este tipo de determinismo es pensar la red desde lo único y establecido, cuando de hecho esta funciona desde lo múltiple, lo constante y lo rizomático. Internet (y los medios sociales) no funciona desde una sola perspectiva, sino lo que ha permitido que se integre al mundo neoliberal (y se adentre en la vida de las personas), es su capacidad de convertirse en un espacio multidireccional y polisémico, esto es, que puede apropiarse de diversas maneras, pese a que parece que todos hacen la misma actividad: subir imágenes de sí mismos (selfies).

Si bien es cierto que hoy en día se suben una cantidad proliferara de selfies o imágenes que retratan la figura o rostro de las personas (fotos de gente haciendo ejercicio, imágenes de personas en viajes, retratos de individuos acompañados con frases de autores al estilo Pablo Coehlo), no todas significan lo mismo, a pesar de la tendencia colectiva de denominarlas como un impulso narcisista que define a la generación “Millenial o “Z”.

Por ejemplo, los autorretratos pueden traducirse también a prácticas terapéuticas (Gómez Cruz, 2012). En palabras del autor, es posible que se vuelvan un vehículo de autoestima, específicamente por los comentarios positivos que suelen detonar las fotografías de uno mismo. De ahí que el like, en este caso, funcione más como apoyo a una reflexión introspectiva del sujeto que como un aliciente a un impulso narcisista. Y la publicación (imagen de uno mismo) opere como una plataforma de construcción identitaria y creación de sentido.

En suma, los medios sociales no sólo producen un mundo narcicista. Para entender qué otras lógicas se generan, habrá que poner en suspenso esta idea que se encuentra difundida en el sentido común y en las agencias de publicidad y marketing digital, para comenzar a comprender la red como un conjunto de interacciones sociales específicas, múltiples y de carácter polisémico.