Salir del sociograma

Ni datos, ni números… personas es lo que somos

La seguridad que otorgan los datos es envidiable. Es común que cuando nos encontramos en una conversación-disputa sobre cualquier temática, sea académica, personal, o de negocios, ocurra que cuando el calor de la discusión se torna un poco violenta, de repente llegue alguien con un montón de números sobrepuestos o entremezclados, los arroje sobre la mesa, los recite de forma más o menos coherente, y como acto de magia, ya nadie tenga nada que decir. Como resultado, el debate ha tenido un ganador, gracias a que porta con una gran cantidad de datos que toda la mesa interpreta como los hechos-en-sí-mismos.

Ocurre lo mismo con los sociogramas o cualquier gráfica. Nos encanta ver las cosas plasmadas en un mapa ya que da la sensación que éste reemplaza la realidad o la captura empequeñeciéndola. Un sociograma, como cualquier mapa, encoge el fenómeno estudiado, lo disecciona, volviéndolo más claro: al alcance inmediato del ojo humano. Y por ende, si tenemos un mapa que visibiliza a las personas que nos siguen en Internet desde su misma relación (Sociograma) o un grafo que vislumbra a las personas que escribieron el hashtag #foodporn, pareciera que tenemos capturada de forma objetiva e inapelable la realidad. Cuestión que produce el mismo efecto de veracidad que el ejemplo de los datos: en la conversación el primero que arroje el sociograma es el que tiene la razón.

Sin embargo, como bien expone de forma indirecta Borges, el mapa no es lo que representa. En el cuento “Del Rigor y la Ciencia”, el escritor expone cómo la obsesión de los cartógrafos por hacer un mapa de la ciudad lo más real y objetivo posible, termina construyendo un mapa de la misma medida del Imperio que retrataba. Hecho que produce que las generaciones que siguieron vieran la inutilidad del proyecto, y quemaran el mapa. Finalmente, el mapa de la ciudad no fue capaz de cumplir su objetivo: ser la ciudad que representaba.

Extrapolando la idea de Borges, podríamos decir que la visualización de los datos en grafos y gráficas no son la realidad en sí, aunque de repente en las conversaciones se pongan como tal. En realidad, son formas de comprender lo estudiado con sus ventajas y, sobre todo, sus limitaciones. Por ejemplo, el sociograma es la representación de los vínculos humanos que se generan en Internet. De ahí que el trazo de los nodos y las aristas se coordine a partir de una simple instrucción: ¿se siguen entre sí?. Sí, pues acércalos y agrúpalos en un clúster (tribu digital). No, sepáralos, y busca otra posible conexión entre los implicados.

Sin embargo, la representación tiene sus limitantes. El sociograma por sí mismo no expone la calidad de las aristas, esto es, el significado de las aristas para los nodos. Una arista puede significar amistad, enemistad, espionaje, fanatismo, o lo que queramos. Y por otro lado, si el sociograma representa una realidad digital, carece de la realidad offline que la complementa y le da sentido: muchas de las aristas que se generan en Internet son manifestaciones de relaciones en el mundo no digital, ese que llamamos, desde el sentido común, mundo real.

Ahora, tampoco se trata de quemarlos como le ocurrió al mapa del cuento de Borges. Los sociogramas permiten una visualización a gran escala de la estructura de las conexiones humanas y no humanas (contenidos de Facebook, por ejemplo) en Internet. Pero, si el objetivo es ir más allá de reconocer la forma de los grupos humanos, debemos complementar siempre el estudio desde el estudio denso de los datos y las técnicas tradicionales de las ciencias sociales en el campo offline. Así podríamos comprender la calidad de las aristas, la relaciones de poder que permiten a un nodo constituirse como el mayor conector, las sociedades de admiración que se forman en Internet, entre otros.


En concreto, se trata de mezclar disciplinas cuantitativas y cualitativas. De salir de la pantalla, interactuar con los nodos e interpretar la información desde un conocimiento científico, matemático y social. De hacer lo que los autores han propuesto como Thick Data, Small Data, Etnografía Digital, Netnografía (en sus cuatro caras) o Antropología Digital.